La Talavera, reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2019, es mucho más que una cerámica decorativa, es el resultado de una fusión milenaria de saberes, técnicas y culturas. Su historia comienza en las antiguas civilizaciones mesoamericanas, donde ya se modelaban piezas de barro cocido en hornos a cielo abierto y se utilizaban minerales para generar color. Con el paso del tiempo, este conocimiento se mezcló con las refinadas tradiciones cerámicas de China, el vidriado islámico y las técnicas europeas llegadas con los colonizadores.

En Puebla, México, durante el siglo XVI, se consolidó una producción cerámica influenciada por estilos españoles, italianos y árabes, lo que dio lugar a lo que hoy conocemos como Talavera. Desde entonces, este arte ha florecido en la región de Puebla-Tlaxcala, produciendo piezas únicas con acabados brillantes y detalles decorativos elaborados completamente a mano.

Detrás de cada pieza de Talavera hay un proceso artesanal riguroso y delicado de técnicas artesanales. Este proceso consta de seis etapas principales:

El diseño de las piezas esta estrictamente regulado por la tradición, y la pintura debe sentirse al tacto con una ligera elevación sobre la base (relieve).

Los colores empleados para la talavera son:

Imagen de la columna

AZÚL

Compuesto por óxido de cobalto

Imagen de la columna

AMARILLO

Formado por compuestos de antimonio

Imagen de la columna

VERDE

Derivado del óxido de cobre

Imagen de la columna

NEGRO

Basado en óxido de hierro

Imagen de la columna

NARANJA

Producido a partir de óxidos mixtos, principalmente hierro

Imagen de la columna

MALVA

Obtenido de óxidos diluidos de manganeso y cobalto